Una pensaría que el silencio es algo ajeno a los bares. Que nada tiene que ver con esos espacios que, como dice un amigo, son las iglesias de los ateos. La lentitud también parece ser una característica indeseada y lejana. Los bares tienen música, bullicio, ritmo e interacción. Sin embargo, hay quienes en su silenciosa y parcialmente solitaria labor colaboran a la industria de la coctelería.
Los monjes cartujos producen Chartreuse desde 1737 en distintas partes de Europa. Esta orden, fundada por San Bruno en Grenoble (Francia) mantiene hasta la actualidad una vida monástica estricta. En “The Silent Life” de Thomas Merton se la describe como con un espíritu de silencio, sencillez, austeridad y soledad con Dios.
La vida en soledad convive sin contradicciones con la vida en comunidad. Además de los paseos semanales que comparten todos los monjes, trabajan juntos en la producción de licores. Igual que sus primos los benedictinos.
El famosísimo Chartreuse es un licor herbáceo con base de destilado de uva y una historia fascinante. Sería fabuloso si Antonio Pérez-Reverte decidiera escribir una novela que la incluya pero dudo que lo haga porque odia Francia.
En palabras de Francois Monti de Jaibol:
“una mística rodea el producto, que tiene una calidad extraordinaria y que envejece en botella, gracias tanto a la cantidad de azúcar como a la elevada gradación alcohólica, de una manera estupenda. Y tanto las vicisitudes históricas o de producción como la elevada cantidad de ediciones limitadas o de objetos curiosos contribuyen a alimentar el interés de los que no saben ver un serie de tres objetos bonitos sin querer empezar una colección.”
Actualmente se producen dos versiones: la verde y la amarilla. La primera tiene 55% alcohol y un largo paso por madera, mientras que la segunda tiene 43%. Además, está el Elixir Vegetal de la Grande Chartreuse que cuenta con alrededor de 130 hierbas en su composición y se bebe por gotas con fines medicinales.
La demanda de producto fue creciendo de la mano del auge de la coctelería en los últimos años y llegó incluso a tener quiebres de stock en 2022.
Te sugiero que si tu barra tiene alguna botella de Chartreuse no le cuentes a nadie. No convides. O quizás sí, pero que sepas, que difícilmente puedas comprarte otra una vez que hayas acabado con esa.
En enero de 2023 la orden cartuja emitió un comunicado en el que anuncian una decisión tomada en 2021. Ritmo ermitaño. No producirán más cantidad de Chartreuse que la necesitan para mantenerse. Los argumentos son nítidos: los quita de su foco que es la vida monástica, la soledad y la oración y también tiene consecuencias medioambientales indeseadas. El plan es abastecer el mercado interno y algunos clientes en el mundo.
Bijou Cocktail
Este cóctel tiene aproximadamente 23% alcohol y fue inventado por el grandísimo Harry Johnson, autor del libro “New and Improved Bartender Manual” de 1900.
- 25ml gin
- 25 ml vermut rosso
- 15 ml Chartreuse verde
Servir todos los ingredientes en un vaso de composición con hielo en cubos, refrescar, colar y servir en una copa Nick & Nora o afín. Decorar con una cereza en conserva.
Cuenta la leyenda que el nombre del cóctel refiere a que sus ingredientes son tres joyas: el gin es el diamante, el vermut es el rubí y el Chartreuse, la esmeralda.
Fue un cóctel popular a comienzos del siglo XX, desapareció durante la prohibición y volvió a las barras de la mano de Dale DeGroff en la década del ’80.
Tengo la tranquilidad de que el Chartreuse no va a ser una de esas bebidas que se extinguen y se llevan con ellas la posibilidad de preparar cócteles clásicos y emblemáticos porque mantiene su rumbo como ninguna otra orden eclesiástica. En palabras de Pío XI- “la Cartuja nunca ha sido reformada, porque nunca ha sido deformada.”
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