CÓCTELES

Soda Michelada: simple y mega refrescante

Esta semana confluyeron dos hechos que me trajeron hasta aquí: me escribió una estudiante del taller de fat-washing para hacerme algunas consultas y me crucé con una foto en las stories de María del Mar Ramón que me quedó rebotando en la mente como cuando se te pega una canción.

Ella es escritora, cofundadora de la ONG Red de Mujeres, es colombiana pero vive en Buenos Aires y justo ahora está de visita en Colombia.

La foto en cuestión mostraba un vaso color clarito -empiezo a sospechar que los cócteles en gama blanco son una nueva obse- y decía algo así como que lamentaba que no lo sirvieran en Argentina.
 

Decía que era una “soda michelada”. Le escribí para indagar en tema ingredientes y obtuve explicación y también esta foto.

Soda michelada

Esta magia lleva jugo de lima, soda, mucho hielo y va servida en un vaso con borde de sal.

Básicamente es como una chelada, con soda en vez que cerveza. O como una limonada, sin almíbar, con borde de sal y con el precio menos inflado.

La combinación da como resultado una bebida con un poder de refrescar altísimo. Me encanta la idea de algo tan simple, en un punto casi minimalista y a la vez delicioso.


Capital mundial del sifón

La obse argentina con el agua con gas, alias “soda” merece que haya monumentos. Propongo la instalación de estatuas que homenajeen al sifón. Ese -al menos- sería un prócer que podemos reconocer, ¿no?

Mi verdadera tragedia cotidiana como argentina es llevarme mal con el único sodero del pueblo. Él no está al tanto, pero no nos llevamos bien. Yo me alegré mucho cuando me enteré que había alquien que aún comercializaba sifones acá y velozmente le encargué un par de cajones. Intenté sostener el vínculo, pero se acumulaban los vacíos y nunca llegaban los llenos y apareció una oferta de máquina de hacer soda.

Un día le comuniqué que iba a prescindir de sus servicios, me preguntó si había habido algún problema y -por suerte- decidí sólo decir que a mi padre le habían regalado una máquina de soda y evitar la parte de las no-entregas. Digo por suerte porque le tuve que volver a hablar para abastecer mi nuevo domicilio y adivinen qué: “dice el chico que golpeó y que no había nadie”. Adivinen si estuve encerrada con mis plantines tipo fase 1 todo el día en mi casa, así que me cuesta mucho creer ese intento de entrega.

El punto es que la soda de sifón tiene la magia de mantener unas burbujas que te patean la boca cual punk. Si es soda, debe tener gas, porque de agua semi-gasificada está tapizado el camino al infierno. 

Malo pero bueno

La sal hace que el gas carbónico se desprenda del líquido. Ahora capaz estás pensando en que recién te dije que no nos gusta la soda con poco gas y que debería ser abolida. Bueno, el punto es que si uno aprovecha ese efecto en combinación inmediata el resultado es que las burbujas se hacen más perceptibles en nuestra boca porque se están yendo. 

Si te fijás, a las gaseosas cuando están en góndola no se les ven las burbujas. Eso es porque el gas carbónico está “disuelto” en el líquido. Simplificando, cuando abrís  la botella el gas carbónico tiende a irse por la diferencia de presión con el ambiente, entonces se forman burbujas y empiezan a subir cual pasito ochentoso con la nariz tapada y la vergüenza ajena intacta.

El truco de la sal para hacer lo de las burbujas funciona también con arena porque tiene más fundamentos físicos que químicos. Si te interesa saber más del tema e ingresar al club del ajedrez de la coctelería, te invito a googlear algo así como “le Chatelier’s principio burbujas” o, si sabés inglés, leer esta explicación.

Si no sabés inglés, te recomiendo aprender y si estás considerando lo de la arena, te pido que te lo saques de la mente.

La otra parte de la semana

Lo del fat-washing terminó en Pipi replicando lo que estaba experimentando la persona que le hacía la consulta, porque le dio curiosidad.

Si estás levantando la mano para decir “seño, me quedé, ¿puede repetir desde lo de ‘fat..’?” procedo con las explicaciones del caso: consiste en saborizar un destilado con alguna materia grasa.

Es un macerado en el que el agente saborizante es graso, entonces para llevarlo a cabo hay que aprovechar que el alcohol y las grasas o aceites se comportan distinto ante las mismas temperaturas.

En concreto, el alcohol no se congela y la materia grasa sí. Entonces podés hacer un macerado para darle sabor a -en este caso ron- con aceite de coco y que no te quede grasoso.

La cosa sería así:

Primero derretís el aceite de coco, si es que está sólido a temperatura ambiente, en cuyo caso en mi mente sería grasa, pero suele estar etiquetado como aceite. Se derrite a baja temperatura, así que ahí lo mezclás con ron en un frasco limpio, LO ROTULÁS, lo agitás y esperás. Hasta ese momento, casi un macerado cualquiera.

Para que el líquido no te quede aceitoso, deberás esperar a que “haya agarrado” sabor y ponerlo en la heladera o freezer. En el caso particular del aceite de coco no hace falta enfriar demasiado. Ahí sacás el “aceite” solidificado” con una espátula y luego, te recomiendo que filtres nuevamente con papel.

Y ya que estamos, te hago otra recomendación para esa recomendación (sería la recomendación I.i): siempre que vayas a filtrar con papel para quedarte con el líquido, primero humedecé el filtro con agua así no te absorbe parte de lo que sea que estés produciendo. Vale para los de tela también.


Atando cabos

Amé el cóctel sin alcohol, aún así me tentó la idea de pensar cómo agregarle alcohol sin caer en cerveza. Me pareció prioritario que el cóctel se mantuviera casi translúcido, así que debía usar algún destilado sin color, ahí me decidí por ron para que sume Caribe.

Ron, jugo de lima, soda y sal me resultaba demasiado minimalista (aunque no mala idea). Ahí fue que me acordé de la consulta sobre el fat-washing y se me ocurrió lo del aceite de coco. 

Actualmente se consigue sin drama en dietéticas. Es el resultado del prensado (rollinga vibes) de la pulpa del fruto de la planta Cocos nucifera. Es un mundo un poquito confuso, porque hay aceite de coco neutro, que no huele a coco pero que igual es “fatwasheable” y aceite de coco con aroma sutil a coco que generalmente está etiquetado como “virgen”. Preguntá cuando lo compres.

Usé, midiendo por volumen (me disculpo ante mí misma) 1 parte de aceite de coco por 3 de ron.


¿Acaso usted no es bartender, señorita?

  • 40ml ron saborizado con aceite de coco
  • 7ml jugo de lima (si no tenés, será limón)
  • Soda fría para completar

Va todo en un vaso previamente labiado con sal lleno de mucho hielo. Ya sé, a nadie le gusta labiar vasos pero alguien lo tiene que hacer.

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