CÓCTELES

El último cóctel de la familia Negroni: el Negroni Sbagliato

¿Alguna vez pensaste qué bar te gustaría que esté en la esquina de tu casa? Tiene que ser uno que exista, al que hayas ido. Va a estar ahí para siempre, así que tenés una sola bala. 

Yo encontré el mío en 2017. Obvio que es italiano, porque siempre quise ser italiana. Está una esquina, tiene un cartel de neón con su nombre y al mismo señor atrás del mostrador hace más de 35 años. Creo que le va la categoría de Bar de Viejes. Una vez en pleno verano vi un grupo de señores mayores que parecían amigos de toda la vida poniéndose al día, la escena me resultó hermosa. Una de esas imágenes que querés para tu vida, o más bien, una de las que yo quiero para la mía. Los señores estaban muy pitucos, uno de ellos tenía un traje clarito con una toalla pequeña del mismo color que el traje colgando del cuello para secarse el sudor de la frente a la italiana: con facilidad y estilo. 

Mi bar de la esquina abre desde la mañana hasta pasada la medianoche y tiene habitués. Para un bar italiano que sirve café es extraño estar abierto pasada la tardecita porque están muy diferenciados los que son para la hora del aperitivo y los que sirven coctelería. Este es un dos en uno. Como te decía, yo quisiera formar parte de los habitués. Me imagino pasando a tomar un café cuando vuelvo de hacer las compras, o almorzando una pasta los sábados en que no tengo ganas de cocinar y claro, yendo con amigues para que lo conozcan. Una de las cosas que me gusta es que es el código de vestimenta es amplio: podés ir de zapatillas y te van a atender amablemente, o podés vestirte como si estuvieras en Montecarlo y serás igual de amablemente recibido. Al bar lo visitan bastantes turistas, pero -y ese “pero” es porque sabemos que la convivencia con quienes van siempre puede ser difícil- si llegaron hasta la Via Plinio 39 de Milán es porque querían tomarse un Negroni Sbagliato en el lugar en que fue creado: el Bar Basso.

La persona que está actualmente en la barra es Maurizio Stocchetto, que sigue estando ahí, porque desde que es chiquito trabaja en el bar. No importa cuándo vayas, él te va a contar varias historias con mucho gusto. No parece cansarse de repetirlas. La primera es la de él, que arrancó -por supuesto- en la bacha, para ganar algo de dinero. Resulta que tenía una motoneta y necesitaba cargarle combustible. Desde entonces recibe turistas y habitués con una sonrisa que me recuerda a Ray Bradbury. Si bien alguien abrió ese bar, no sé quién fue y no es muy relevante porque el Bar Basso empezó a tener brillo cuando lo compró Mirko Stocchetto, el papá de Maurizio, que es el protagonista de la otra historia.

La segunda, es justamente la que hizo del bar un lugar turístico. Hubo una noche en los años ’60 o ’70 en la que pasó algo fabuloso. Digo fabuloso porque se aleja de lo que suele suceder. Yo sueño con que me pase algo así porque hasta ahora de mis errores en el trabajo sólo coseché disgustos. Alguien se acercó a la barra y pidió un Negroni, el clásico con Campari, gin y vermut rosso que se creó allá por 1919. Acá es donde la cosa se pone linda: el cantinero fue agarrando las botellas y preparando el cóctel y resulta que donde siempre estaba la de gin, alguien había puesto la de prosecco. Hermoso error. Para zafar de la situación y ponerle un toque de gracia, la mezcla de Campari, vermut rosso y prosecco fue llamada Negroni Sbagliato, que significa “errado”. Respecto de la equivocación, hemos de decir que fue una desgracia con suerte, imaginate si quien desacomodó la botella hubiese puesto en lugar de la de gin, una de pastis. Ahí no habría nombre que salvara al cóctel, ni historia para contar.

El paso de los años confirmó al Negroni Sbagliato como el último de los clásicos de la familia Negroni. Y aunque haya muchos de nosotros intentando inventar el siguiente, a veces pienso que el castigo por intentarlo es no lograrlo, que hace falta tener un golpe de suerte para crear una receta que trascienda el lugar y el tiempo de su creación.

Actualmente, cuando vas al Bar Basso y pedís un Negroni Sbagliato el cantinero de turno te pregunta si lo querés en un “bicchierone”, que es un copón, o en un vaso. El copón fue específicamente diseñado y desarrollado para el bar y es lo que debés elegir si sos turista porque esa foto para Instagram requiere glam. Lo cierto que el copón es gigante y si vas seguido ya se torna un poco incómodo.

El vaso, por su parte, es un facetado bajo. Los italianos aman los vasos facetados y la simplicidad. Si no surge espontáneamente, el momento de preguntar sobre la historia del cóctel es mientras lo preparan. En caso que esté Maurizio, lo mejor es que te la cuente él, que habla muy rápido y sonríe hermosamente. A él le admiro varias cosas: la primera son las ganas, porque hace servicio todavía con zapatos de suela casi todos los días; la segunda es la memoria, me saludó con mi nombre la segunda vez que fui, y la tercera y la cuarta.

Yo no soy cholula, no me suelo pedirle a colegas una foto con ellos. Tampoco con gente famosa. Excepto por la vez que le pedí una a Maurizio Stocchetto. Fue a principios de 2018 y la sacó Marcio Silva, gracias Marcio por el fotón.

Hay una sola foto y dos ojos cerrados.

Si nunca tomaste Negroni Sbagliato, deberías. Puede que te encante o que lo adoptes para algunas ocasiones. Tiene menos graduación alcohólica que el Negroni clásico, porque los vinos espumosos rondan el 12%, mientras que el gin por lo general tiene en el orden del 40%. Resulta, además, una gran elección para quienes gustan de beber vinos espumosos. Si además les gusta el amargo, es como un diagrama de Venn que une amores. 

  • 45 ml Campari
  • 45 ml vermut rosso
  • 45 ml vino espumoso 
  • Naranja para garnish

En un copón con hielo en cubos, serví el vino espumoso frío, sumá el Campari y el vermut rosso. Integrá hasta que te quede todo del mismo color y decorá con media rodaja de naranja. 


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